Fuimos hace dos meses con reserva previa. El lugar es muy aspiracional, intenta imitar (literalmente, pues sacó cosas del menú de otros restaurantes del país). Destaco sí o sí la atención tan al pendiente, aunque por momentos resultaba hasta invasivo, estábamos siendo constantemente observados por el personal y no nos daban tiempo a respirar. Se acercaban a la mesa todo el tiempo. La modalidad del lugar es elegir una opción de menú y nosotros que éramos dos pedimos dos distintas para degustar entrada, principal y postre. Al sentarnos nos trajeron de cortesía un macaron salado que estaba muy bien. El agua era de filtro y la brindaban de modo gratuito. Nos trajeron unos pancitos de cortesía buenísimos con un dip muy sabroso. De entrada pedimos un salmón blanco|yogurt casero|menta|locoto ahumado. No nos mató, de hecho le faltaba power, sabor. De principal pedimos recomendación y nos aconsejaron ir, por un lado, por los capeletis de espinaca rellenos de cordero y salsa de tomate, pero no nos mató, hemos comido mejores pastas en otros lugares; por el otro, por el ojo de bife añejado, papines con chimichurri, ajo confitado, espinaca, manteca de miso y fondo oscuro. Estaba muy rico. De postre Tomás, el chef, nos dijo que pidamos la mandarina sorpresa. No estaba mal. Ahora bien, fuera de las opciones de la carta (es decir, no incluido en el precio) están los volcanes. Pedimos además un volcán de dulce de leche que debo decir, fue el más rico que comí. Sólo por eso le pongo 4 estrellas al lugar. Realmente estaba buenísimo. No sé si volvería, pero si lo hago, sería sólo para volver a comer ese volcán.