Qué maravilla de lugar, qué decirles. No acepta reservas y hay que hacer fila con tiempo en la calle antes de entrar. Como es chico, se llena muy rápido y la gran mayoría de la gente tiene que esperar al menos una hora u hora y media para el siguiente turno.
Las pastas son deliciosas, bien rellenas, todas de elaboración muy casera y artesanal por el dueño, quien recibe a los comensales y pasa mesa por mesa para contar qué opciones hay disponibles y tomar los pedidos. El precio es muy razonable. La panera es una gran compañera.
Dejo imágenes que hablan por sí solas. VAYAN. Yo volvería sin dudarlo. Me causa simpatía que con la salsa agregue un pedazo de carne. Se siente todo muy como en casa. De postre pedimos la cheescake de frutos rojos que estaba bien pero no estaba a la altura de lo demás, no la volvería a pedir.
No hay palabra que pueda definir lo maravilloso que es este lugar, cuidan y valoran cada detalle, la atención de su propio dueño es lo que más destaco, porque en tiempos como estos, que él decida tomarse el tiempo con la amabilidad que lo caracteriza para explicarte y recomendarte cada plato, ES totalmente valorable. El sabor es inigualable, las porciones son abundantes y los precios son muy accesibles y aunque estuviesen el doble pagaría sin dudarlo, porque realmente lo vale. ¡Si quieren pasarla bien y comer delicioso, este es el lugar!
Ambiente; sencillo y prolijo, posee dos sectores con mesas y puede retirarse comida para llevar, en el mismo local.
Atención: muy cordial, el propio dueño informa sobre el menú.
Comida: especialistas en pastas caseras, bien preparadas y de buen sabor.
Precio: 3,5. Dentro del promedio de la ciudad, los precios se conocen al pedir la cuenta, ya que el menú es transmitido oralmente.
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