Atendido por su dueño en un ameno y amistoso clima. Es un boliche de barrio, con parrilla, pastas y sándwiches. Alejado de la cuestión ‘palermitana’ que a veces se torna un poco pesada. Recomendable para venir en amigos, jugar al truco, tomar algo e ir pidiendo.
Tuve el agrado de pasar por acá en una fría tarde de otoño, fui con Ana. Rebotamos del bar de enfrente, que a mi gusto personal era escandalosamente feo, huimos casi, no tenían mesas disponibles. Por suerte, pudimos refugiarnos del frio en este hermoso sitio. Nos atendieron como si nos conocieran desde hace muchos años, tanto así que el dueño -o quien parecía serlo- me comento que mi voz le recordaba a la voz de un viejo conocido, que placer suscitar algo en el otro. Me sentí a gusto, la comida me llevo a épocas de oro (Los sorrentinos, tan buenos como los de mi abuela... la bolognesa, un manjar); tampoco habria que olvidarse de la Piadina de bondiola que pedimos... un espectaculo. Sin mas que agregar, volvería y recomendaría este lugar, a todas las personas que quiero.
Excelente comida, te llena más no poder, no tenés espacio para más comida y te ves obligado a terminarte el plato. La atención de diez, el ambiente además es un aire a Italia, con musicalización. Tranquilo para comer en familia o con amigos y los precios muy razonables para la cantidad de comida que trae el plato
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